Asier Mendizabal (Ordizia, 1973)
comparte con creadores como Txomin Badiola una preocupación por la
relectura de signos identitarios que tienden a pasar desapercibidos
en un entorno social y cultural que hay que tratar de leer desde
otros puntos de vista.
El artista de Ordizia última estos
días en su taller bilbaíno, ubicado en una gran nave industrial de
la ciudad, el proyecto que exhibirá en la gran bienal de arte
contemporáneo que se inaugurará en apenas tres semanas. Mendizabal
trabaja en un triple planteamiento escénico que integra escultura,
vídeo y fotografía que, pese a mostrarse como una instalación
integral, sus tres elementos han sido pensados para funcionar con
vida propia y funcionen por sí mismos de forma independiente al
conjunto.
El proyecto se denominará Zer eskatzandu herriak,
título tomado de la pieza musical festiva que interpretan las
txarangas en los pasacalles. Mendizabal no es muy partidario de
desmenuzar y llenar de significados las creaciones. «Me gusta
propiciar una situación donde los signos sean más importantes que
los significados, pero dispuestos de forma que el espectador, por
contigüidad, pueda plantear otras reflexiones y miradas sobre esos
signos identitarios reconocibles».
El artista mostrará una
serie fotográfica de instantáneas de pueblos de Gipuzkoa junto a
instantáneas de guardias municipales posando. Mendizabal trabaja
desde esas imágenes estereotipadas como una metáfora visual de la
idea de comunidad y la identidad compartida. «Hay un lenguaje
asumido que configura la identificación y la representación de un
nosotros. Los municipales son una autoridad, un estamento un poco
raro: es una representación institucional de autoridad pero al mismo
tiempo ofrece una imagen de cercanía clara, de alguien integrado en
la vida de esa comunidad» un concepto más próximo a la idea de
pueblo que al de nación, «es una identidad, pero
blanda».
Mendizabal dispondrá también una lancha zodiac
realizada de forma artesanal, que remite a la bahía de Pasaia y a la
emboscada que tuvo lugar allí a un comando de ETA. «No es un
comentario sobre aquello sino que signos que fuera de ese contexto
resultan inocentes, en ese entorno tan de aquí, cobran una nueva
dimensión».
Un vídeo de una txaranga tocando la pieza del
título por una zona residencial del nuevo Intxaurrondo. «Me gusta
ese contraste de la txaranga por esa Donostia burguesa». Mendizabal,
sin embargo, niega una intencionalidad irónica en su obra. «Trabajo
desde la proximidad y el afecto. La ironía requiere una distancia
que yo no tomo. No hay juicios de valor ni lecturas antropológicas:
quiero construir mi yo».